Introducción Cine

 Al comenzar a escribir estas palabras, con el fin de introducir al cine, me siento como el Monje en la Orilla del Mar: tan gigantesco, trascendental e inabarcable es este arte, y yo tan leve y diminuto.

 Lo audiovisual cuenta con la Virtud Máxima: la posibilidad de juntar a todas las Artes y darle el broche de oro. Decía Bazin, sobre la pintura y el cine: “La pintura, el cine la traiciona y lo hace en todos los niveles”

 En Pierrot Le Fou, Belmondo habla, exactamente como él dice de Velázquez, por Faure, de manera “no definida”, amorfa. El recurso: voz en off. Antes de superar los dos minutos de film se puede apreciar música, títulos, la recitación de un texto hablando de la obra de Velázquez, un demasiado trivial peloteo de tenis, una común librería y la última luz del día sobre el agua, como un Crepúsculo en Venecia nocturno y en movimiento.

 Diría Lou Reed, “las posibilidades son infinitas”. El Cine se eleva, si existiese algún Plano Existencial, en lo alto en cuanto a las posibilidades de expresión.

 Aún más místico es lo que el Cine le demanda al espectador: quietud, silencio y total contemplación. La petición es obligatoriamente complementaria, como lo pide Antonioni al enseñarnos el movimiento de las hojas de los árboles con el viento: el receptor debe contemplar y absorber la Obra en su totalidad.

 Es imprescindible un ojo crítico y consciente, el compromiso es necesario. Debe haber una conciencia Despierta. El cineasta debe mostrar, como lo hace Pasolini en Teorema. El alma se eleva, como al escuchar música, pero incluso más puede elevarse con el cine: podríamos escuchar y ver algo completamente diferente, pero unido de manera autoral. Una cualidad única.

 Hoy en día se tiende a la individualización del consumo cinematográfico, como si Apolo hubiera tomado ventaja sobre Baco y viera, gustoso (o no), como la humanidad ve películas –y cada vez menos películas y más series, creadas con una finalidad totalmente comercial y de entretenimiento soporoso, similar al soma de Huxley, o incluso mejorado- desde su laptop, televisión o teléfono, mientras se degusta algún refresco ruidoso y todo está “bajo control” en la cucha. 

 Tantas veces se escuchó y leyó de la muerte del cine, pero ¿no es eso un discurso cómodo, fácil y fraudulento por el cual corporaciones y grupos de poder se benefician? La muerte del cine implicaría, primeramente, la clausura de todas las salas, espacios      –físicos o virtuales- y ámbitos cinéfilos, por mencionar solamente lo tangible. 

 Para que un Arte tan faraónico y trascendental muera, hacen falta una combinación explosiva de males contra él; y la manera de mantenerlo vivo es a través de la voluntad, la comunicación, el intercambio y el continuar yendo al cine.

 Esas acciones demandan, como se dijo anteriormente, de un espíritu crítico, consciente y despierto. El lenguaje cinematográfico domina de tal manera mi Ser que, lejos de encontrar frases épicas y amarillistas para cerrar este intento de introducción al área, pienso en la mirada de Victor Sjöström en Fresas Salvajes: Belleza.                              


Manuel Smaniotto